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Analfabetismo digital, otra brecha social

Dice la  Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO que el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 (ODS 4) es: «garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover las oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos» y se refiere no solo a 262 millones de niños y jóvenes no están escolarizados y no han adquirido las competencias básicas en lectoescritura y aritmética, sino que incluye también a  750 millones de adultos analfabetos que tiene el mundo. En América Latina y el Caribe, de las más de 630 millones de personas que constituyen su población unos 32 millones son analfabetas, lo que contribuye a sumirlos en la pobreza y en la marginalización.

Dice también esa agencia de la Naciones Unidas que: «la alfabetización se entiende hoy día como un medio de identificación, comprensión, interpretación, creación y comunicación en un mundo cada vez más digitalizado, basado en textos, rico en información y en rápida mutación”. Y precisa que la diferencia entre este concepto y el tradicional radica fundamentalmente en que, con el nuevo, se busca abordarla desde un enfoque global, vinculando todos estos aprendizajes logrados (en lectura, escritura y cálculo) con las exigencias sociales, laborales y comunitarias actuales.

Igualmente ha conceptuado la UNESCO que «las tecnologías digitales están cambiando a un ritmo cada vez más creciente el modo en que las personas viven, trabajan, se instruyen y sociabilizan en todas partes del mundo», lo que nos lleva al aumento vertiginoso de una variedad nueva de analfabetismo que es el analfabetismo digital.   

La enciclopedia virtual Wikipedia define así este nuevo analfabetismo: «El analfabetismo digital se refiere al nivel de desconocimiento de las nuevas tecnologías, que impide que las personas puedan acceder a las posibilidades de interactuar con estas.   

En un sentido estricto hace referencia a la imposibilidad de navegar en internet, acceder a contenidos multimedia, socializar mediante las redes sociales, crear documentación o discriminar información relevante de la superflua.»  

Se calcula que actualmente, en este año 2021, 4.660 millones de personas, el 59,5% de los 7.830 millones de humanos que componemos la población mundial; son usuarias de la internet, según la CEPAL (2016a), en América Latina y el Caribe, entre 2003 y 2015 el número de usuarios de Internet se incrementó más del doble hasta representar el 54,4% de la población. Tales porcentajes permiten presumir que la humanidad restante pude estar en el rango de analfabeta digital, sin embargo, esa cifra podría ser mayor, porque no es posible calcular que capacidades digitales tienen quienes se conectan a la red.  

Estos números muestran la existencia de un nuevo fenómeno de fractura social, económica y cultural que contrapone a los alfabetizados y a los analfabetos digitales frente a una brecha que el vertiginoso avance tecnológico amplia cada día más, al excluir, sin piedad a quienes no puedan desenvolverse, así sea de manera elemental, en el mundo digitalizado, cuyo condicionamiento ya es transversal en actividades tan cotidianas como llamar un taxi, acudir a una cita médica,  adquirir boletas para ir a cine,  o solo charlar con los amigos.  

En este contexto, el gran reto que plantea a la humanidad el ODS 4 es lograr el transito masivo de la actual Sociedad de la Comunicación, muy excluyente, a una en la que todas las personas tengan las mismas oportunidades de acceso a las TIC y capacidades equivalentes para usarlas en su beneficio.  

Este desafió resulta especialmente crítico cuando se trata de personas adultas, en cuyos casos se impone la necesidad de una “realfabetización”, como un cambio drástico en la forma de ver e interpretar el mundo que los rodea mediante la adquisición de una nueva dimensión de competencias para relacionarse con el mundo digital, hasta lograr autonomía en él.  

Adultas en este contexto corresponde al rango de mayores de 40 años que son las personas nacidas antes de 1980,  anteriores a la era digital.  

Diego Sánchez, director Vértice e-Learning, en su trabajo ¿Cuál es la importancia de la ‘alfabetización digital’ en el siglo XXI?, señala: «Las destrezas claves para una efectiva alfabetización digital se engloban en torno a cuatro líneas de actuación:  

Instrumental. Orientada a adquirir las habilidades necesarias para el uso de las TICs (Tecnologías de la Información y Comunicación).  

Cognitiva-Intelectual. La capacidad para transformar la información en conocimiento. En este punto es fundamental contar con una capacidad crítica que permita discernir entre lo que es y no información veraz.  

Socio-Comunicacional. No sólo leer y escribir de forma tradicional, sino saber adaptar el lenguaje a los nuevos códigos de interacción social como la participación en las redes sociales. Tener la capacidad de crear documentos textuales, hipertextuales y audiovisuales es clave para evitar la exclusión digital.  

Ética. La necesidad de trabajar en valores positivos y prácticas éticas en las interacciones digitales. Un claro ejemplo lo encontramos en las redes sociales cuando se inician debates polémicos y los usuarios dejan comentarios negativos que una conversación cara a cara ni se plantearían compartirlos. Por ello, trabajar el ‘civismo digital’ es un gran reto para todos los profesionales del sector.»  

Por su parte, Gisella Marina Torres Limache, en su tesis doctoral Alfabetización digital y actitudes hacia las Tic, señala otro componente de la alfabetización digital:   

«Para que el aprendizaje de las Tic sea provechoso y significativo es necesario que las personas tengan una actitud favorable hacia las mismas. La disposición más o menos favorable se relaciona con la significación que le otorguen al aprendizaje de los contenidos relacionados. Esto quiere decir que es esencial que las personas posean un movimiento afectivo personal por aprender, ya que resulta insuficiente la motivación guiada por recompensas externas al propio aprendizaje (Del Mastro, 2005). Desde esta perspectiva no es posible razonar sobre las tecnologías de la información y comunicación sin experimentar ciertos sentimientos, mientras que tampoco existiría un estado afectivo sin una base de comprensión sobre las mismas. Cognición y afectividad no se pueden separar (Flavell 1982). Y más aún en personas adultas que a diferencia de los niños ha desarrollado las estructuras cognoscitivas necesarias para pensar y su afectividad no se reduce simplemente a una manifestación fisiológica de la emoción.»  

El portal evirtual plus, publica un artículo firmado por Marit Acuña, que señala: «Antes de poder hablar sobre cómo alfabetizar a las personas mayores, debemos entender primero una serie de actitudes y características típicas de su edad y a partir de allí crear estrategias educativas que permitan ir ganando confianza en el uso de las TIC.  

Cuando tenemos a un adulto mayor en frente de una tablet o un teléfono inteligente que jamás ha manipulado, quizás la actitud más resaltante es el temor tan siquiera de tocarlo, intentando que otro lo utilice y ellos de lejos asomado viendo las maravillas que se pueden hacer con él.  

Ese alejamiento de las personas mayores ante las TIC es conocido como “tecnofobia”, que no es más que el miedo y rechazo al uso de las tecnologías.»  

Complementa diciendo: «La finalidad del modelo educativo hacia la alfabetización digital del adulto mayor se deben basar en:  

Promover la autonomía en el uso de las TIC. Por lo general el adulto mayor tiene la percepción negativa de que no va a poder seguir con su vida sin depender de los demás, ya que hasta para abrir una cuenta bancaria es necesario un correo electrónico.  

La alfabetización digital debe buscar que el adulto mayor sea autónomo, que tengan libertad para decidir y avanzar en sus actividades virtuales.  

Desarrollar la socialización. En la edad adulta, sobre todo en la etapa tardía, se quiebran muchas de las redes sociales del individuo.  

El adulto mayor debe tener la capacidad de recuperar su socialización o el establecimiento de nuevas relaciones; las TIC promueven esos espacios desde la virtualidad.  

Fomentar el sentimiento de utilidad. Después de jubilarse, algo inevitable en esta etapa de la vida, la persona siente una fractura de su vida cotidiana y su rutina. ya que, hasta ese momento, el trabajo es un eje en torno al cual giran todas las actividades diarias. Repentinamente, la persona “no deberá ir más a su sitio de trabajo”. Este acontecimiento crea, en ocasiones, la equivocada sensación de inutilidad.  

Superar esta situación debe ser imprescindible para poder mejorar la calidad de vida del adulto mayor. Las TIC pueden ayudar a aperturar las posibilidades de evolucionar su vida a partir de esa nueva etapa.»  

Ante un escenario tan esquivo en soluciones y con muy pocas acciones concretas y efectivas desde el Estado Central, iniciativas como Comunidad Innovadora, liderada por Sociedad en Movimiento, son una respuesta de la Academia local a la necesidad de los miembros mayores de nuestra comunidad.  

 Fotografía: Elcomercio.com

 


Fecha: 23 de Junio de 2021
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Area de comentarios

Héctor Fabio 09 de Enero de 2024 a las 10:10:46

Buen escrito. Esto es algo, a lo que se debe poner importante atención . Muchas gracias.

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