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El rezago escolar en crecimiento

Por James Fonseca M.


El Plan Estratégico Regional, recientemente publicado por la Región Administrativa y de Planificación del Eje Cafetero (R.A.P. E.C.), al referirse a los cinco factores que, antes de la pandemia, en nuestros departamentos venían incidiendo en el crecimiento de la Pobreza Multidimensional, entre los que se cuenta la calidad de la educación, anota: «Con la pandemia, en 2020, dichos factores se deterioraron aún más, debido a la gran pérdida de puestos de trabajo y al aumento de la inasistencia escolar, originada en la falta de acceso a Internet, especialmente en las zonas rurales, teniendo como consecuencias la deserción escolar y la baja en la calidad de la formación.»  

El documento hace énfasis en el rezago escolar generado por la pandemia y revela que el porcentaje de menores entre 7 y 17 años, que no están en el ciclo educativo que corresponde a su edad cronológica, creció en toda la región y que el promedio ponderado de ese deterioro, para Risaralda, en 2020, fue del 19,8%.
El rezago escolar fue definido por el Ministerio de Educación Nacional como: «el desfase entre la edad y el grado y ocurre cuando un niño o joven tiene dos o tres años más, por encima de la edad promedio, esperada para cursar un determinado grado.»  

El Plan Estratégico Regional, al promediar los resultados de los factores: rezago escolar, inasistencia escolar, trabajo infantil y barreras de acceso al cuidado de los niños en la primera infancia, señala que  Pueblo Rico con el 16,5% y Mistrató con el 14,5% obtienen las peores cifras entre los 100 municipios que conforman los cuatro departamentos presentes en la R.A.P. E.C. En contraste, Pereira tiene 3,9%, una cifra muy benigna cuando el promedio regional está en 5,9%

Esos dos municipios también son los más afectados por el peor índice de condiciones educativas, obtenido al promediar el analfabetismo y el bajo logro educativo, combinación que tiene una media de 42% para toda la región, mientras arroja el 58,2% para Mistrató y 56,0% en Pueblo Rico, en tanto que Pereira está en el rango menor del 30%.

La Universidad de los Andes publicó el artículo Coronavirus y educación: No es hora de preocuparnos, sino de ocuparnos, de los autores César Orozco Carrillo y  Paula Molano, quienes citan una simulación del Banco Mundial, basada en el índice anual de pobreza de aprendizaje, donde se afirma que el cierre de colegios por un periodo mayor a siete meses, conlleva a: «un aumento en 15 puntos en el porcentaje de estudiantes de América Latina que se encuentran por debajo del mínimo necesario en términos de lenguaje, por ejemplo, alcanzando el 68 %. Esto teniendo en cuenta la implementación de estrategias de educación a distancia.

Lo anterior puede acarrear no solo un retraso de un año escolar, sino que también se corre el riesgo de desaprender las habilidades ya adquiridas, debido a que en este tiempo hay niños y jóvenes que se han mantenido totalmente desconectados de la escuela.»

Esta parte del fenómeno deriva a secuelas emocionales y a afectaciones en el comportamiento de los menores. El Instituto Colombiano de Neurociencias publicó un informe titulado Emergencia Sanitaria y su Impacto Sobre Nuestros Niños que contine cifras de una indagación virtual, para la que obtuvo respuestas de la población urbana de ciudades principales del país, sobre los efectos del confinamiento en la salud emocional de los menores colombianos durante la pandemia.  

En ese documento aparece que el 88% de los niños de los hogares encuestados tiene signos relacionados con la salud mental y el comportamiento y que esos síntomas afectan especialmente a los niños entre 4 y 12 años. Las cifras de los hogares de las poblaciones menores y del campo, donde por falta de conectividad no se obtuvieron datos, deben ser, por lo menos, semejantes. 

Esto nos sitúa en un escenario en el que el retraso en obtener competencias académicas puede pasar a un segundo plano, toda vez que se pueden adquirir en cualquier otra edad, pero en el que el deterioro emocional puede haber dañado a una generación.

El artículo mencionado de la Universidad de los Andes, cita a Andrés Molano, magíster en Educación con énfasis en Ciencias de la Prevención y doctor en Desarrollo Humano y Educación de la Universidad de Harvard, quien argumenta «La razón por la cual mandamos a la escuela desde tan temprana edad a los más jóvenes de nuestra sociedad es para que socialicen, para que tengan oportunidades de interactuar con otros. No es solo para que aprendan habilidades académicas.»

También señala que: «Los colegios fueron cerrados por la pandemia y, con ellos, esos espacios de interacción. Esto interrumpió el desarrollo socioemocional y parte de los procesos de aprendizaje de habilidades académicas, un hecho especialmente dramático para los grupos de poblaciones más vulnerables que no cuentan con acceso a tecnologías para continuar con su formación. Se prevé que, como resultado, se ahonde aún más la brecha de un sistema inequitativo, desactualizado y desconectado con deudas estructurales que vienen de años atrás.»

Luego anota que: «El confinamiento llevó, en unas ocasiones, a que muchas personas se encerraran en espacios pequeños. Si a eso se le suman estresores sobre el empleo e ingresos económicos de los adultos, todo se puede traducir en un estrés que va a afectar las oportunidades de aprendizaje, desarrollo e interacción de los niños más pequeños, principalmente»

El escenario que se dibuja con todos los factores descritos atrás nos enfrenta en el país, a unos retos de dificultad variable, a partir de los antecedentes y de los índices propios de cada comunidad. La superación de tales retos requiere de análisis y orientaciones multidisciplinarios para rescatar a la generación cuya secuencia escolar alteró la pandemia. Además de reconocer el fenómeno, lo más importante es actuar con agilidad para reducir el daño.


Fecha: 27 de Noviembre de 2021
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