Por Humberto Tobón*
Hay una gran preocupación en el mundo por los efectos que está teniendo la invasión de Rusia a Ucrania. En primer lugar, por los despiadados ataques de los rusos a objetivos civiles, que se están convirtiendo en crímenes de guerra. En segundo lugar, la huida de los ucranianos, buscando refugio en países vecinos, algunos de los cuales advirtieron que ya no pueden recibir más personas. El tercer aspecto es la disminución en la oferta de alimentos y de energéticos por parte de los dos países en guerra, lo que amenaza al mundo con desabastecimiento y una acelerada inflación.
Pero la inflación también crece al interior de los países, porque la producción interna de bienes está afectada por los precios cada vez más exorbitantes de los insumos, las materias primas y el transporte, que se incrementaron por las dificultades de cargue y descargue en los puertos y por el aumento en las cotizaciones de los combustibles.
A esto se agrega que los países importadores de alimentos tienen que asumir el efecto de la inflación importada, lo cual hace más gravoso el costo, que conlleva a una reacción en cadena que perjudica gravemente el bolsillo de los consumidores de todos los estratos sociales, pero que tiene especial incidencia entre las familias más vulnerables, lo que amenaza con hacer aumentar los índices de pobreza y hambre.
Este fenómeno mundial de la inflación, es una buena oportunidad para que países como Colombia avancen seriamente en una transformación de su modelo productivo, la que ha estado aplazándose, debido a que los tomadores de decisiones macroeconómicas se han sentido tranquilos porque los commodities energéticos, como el petróleo y el carbón, han permitido sostener la economía interna, incluso cuando los precios en las cotizaciones internacionales han ido a la baja.
Colombia tiene la oportunidad de dar un salto cualitativo en su canasta productora, haciendo énfasis en la diversificación y transformación de productos alimenticios; aprovechando la apertura de nuevos nichos de exportación, especialmente en el campo de los alimentos; lanzándose con decisión en pos de la transición energética, una gran oportunidad para desatar un avance sin antecedentes de la economía; y asumir mayor compromiso gubernamental y empresarial con la financiación de la investigación científica, el avance tecnológico y la innovación.
Lo que se prevé para Colombia en 2022, es un balance de crecimiento económico muy superior al promedio de la región latinoamericana, pero también un aumento de la inflación a niveles críticos, que unida a la latente posibilidad de la devaluación del peso, hará que la riqueza nacional descienda y que seamos en conjunto más pobres, especialmente cuando nos comparemos con los países desarrollados. Veremos crecer en contra nuestra la brecha en el entorno geoeconómico si no se toman las decisiones que se deben tomar, entre ellas hacerle frente a la bestia de la inflación, que anda suelta y que debe ser detenida antes de que siga produciendo más daño.
*Estos comentarios no comprometen a la RAP Eje Cafetero, de la que soy Subgerente de Planeación Regional.
Fecha:
19 de Abril de 2022 Lugar: Colombia Regresar |
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